lunes, 24 de diciembre de 2018

CARTA PARA IRUNE


PARA IRUNE EN SU DECIMOSEGUNDO CUMPLEAÑOS. Mayo 2009

Sube a lo alto de la montaña hija mía, sube despacio, sin prisa,
Cuando estés arriba en la cima, levanta la cabeza,
Siente el calor del sol en tu cara, cierra los puños,
Coge aire, hincha los pulmones,
Extiende los brazos, abre las manos con fuerza y GRITA,
Grita con la boca, con los ojos, con las tripas.
Que tu grito recorra las cuencas de los ríos, invada los valles y golpee las montañas.
Que cada árbol, cada planta, cada piedra escuche tu grito.
Porque tú, hija mía… Estas arriba y estas viva.

Esto es lo último que te escribí. Fue hace nueve años y leído hoy parece una broma macabra del destino.

A pesar de que sé que jamás leerás estas líneas, de nuevo te vuelvo a escribir.

Cuando te fuiste el mundo se derrumbó a mí alrededor, el tiempo se detuvo y no entendía nada. Necesitaba ayuda para asimilar lo imposible y decidí acudir a una psicóloga para intentar poner en orden el caos que inundaba mi mente.

La psicóloga me aconsejaba escribirte, pero me era del todo imposible. Podía hablar y escribir de mi dolor, describir como me sentía; sin embargo, era  completamente incapaz de dirigirte unas líneas. Probablemente, de una manera inconsciente, pensaba, que si lo hacía, sería una despedida y yo no quiero despedirme, sería situarte en el pasado y eso es algo que ni quiero ni puedo porque siempre formaras parte de mí.

Ante mi incapacidad, decidí poner un límite temporal  para afrontar la situación; mejor dicho, decidí que tu pulsera me indicase cuando debería escribirte; esa frontera sería cuando tu última pulsera, perdiese su integridad y se desprendiese de mi muñeca.

¿Te acuerdas de las pulseras de hilo que me hacías?

Son las únicas joyas que he llevado. Ni anillos, ni medallas, ni relojes. El único adorno en mi cuerpo han sido tus pulseras.

¿Recuerdas que siempre debía vestir dos, y que cuando una de ellas se rompía, te decía que tenías que hacerme urgentemente una nueva?

¿Te acuerdas que te decía que estaba en peligro, que podía pasar cualquier cosa si se rompía la segunda y mi muñeca quedaba desnuda?

Te urgía a reponer rápidamente la rota. Los dos éramos conscientes de que se trataba tan solo de una broma, era un juego cómplice que llevábamos a cabo a través de los años casi como un rito.


Al poco tiempo de irte se me rompió la roja y blanca. Tu ama me hizo una igual para sustituirla. La otra; la lila, verde y azul, poco a poco se va deshilachando, sus hilos se van rompiendo; aunque aún siguen formando una frágil unidad.

El presenciar la lenta descomposición de tu última pulsera me hace pensar en esos recuerdos que, despacio pero de forma inexorable, van abandonando mi mente. Me gustaría poder guardar como un tesoro cada instante de tu vida, esa vida que nos hizo tan feliz a tu ama y a mí, esa vida que un maldito 5 de septiembre desapareció dejándonos anclados en este oscuro silencio.

Sé que de manera inevitable, algunos recuerdos se irán borrando y lo peor es que, lo que se olvida se ignora que es olvidado; sin embargo, otros quedaran grabados para siempre.

¿Recuerdas el leoncito que tiene una cremallera en la barriga?

Cuando no me veías,  a escondidas, metía unas monedas en su interior y vaya sorpresa que te llevabas cuando descubrías que dentro del leoncito aparecía dinero. Me preguntabas si era yo el que lo ponía ahí. Te contestaba que no, que yo no sabía nada y tú me creías.
    
Era una ilusión, como la del Olentzero; pero a lo largo de todo el año. Esto se repitió  hasta el día que dejaste de creer. Me dijiste muy seria “me has engañado”. Entonces me di cuenta de que te estabas haciendo mayor
.
El leoncito siguió, como otras muchas cosas de tu niñez, haciéndote compañía en tu habitación, y ahora que ya no estas, cuando lo veo en la estantería de tu cuarto, no puedo evitar acordarme y sentir una enorme ternura acompañada de otra también enorme tristeza.

Como te decía antes, estaba a la espera de que tu ultima pulsera se desprendiera de mi muñeca para escribirte; pero no es necesario esperar. Ha pasado un año, nueve meses y diez días desde tu partida y aunque la pulsera todavía aguanta, me veo con fuerza suficiente para hablarte.

He pensado mucho sobre lo que deje de decirte. Creo que no te dije todo lo que te quería; pero eso da igual, sé que lo sabes y, ni tú ni yo, hemos sido de grandes demostraciones de cariño, no tengo ninguna duda de que te sentías profundamente querida.

Hay algo de lo que si me arrepiento, algo que no te dije, que no creo que supieras y que hoy quiero escribirte:

Irune, estoy enormemente orgulloso de como eras
.
Tampoco sabrás que muchas veces le decía a tu ama en tono de complicidad “lo estamos haciendo bien” para añadir luego “no todo es mérito nuestro. Hay materia prima”.

Me arrepiento que te hayas ido sin saber el inmenso orgullo que siento al tenerte como hija. Sin duda eres lo mejor que me ha pasado y me pasará.


Tu carácter, tu inteligencia, tu talento, tu valentía y decisión, pero sobre todo, el hecho de ser buena persona, con lo que todo esto conlleva, han hecho de mí un padre feliz y orgulloso, por lo que solo puedo darte las gracias por estos 19 años que hemos compartido. Solo se me ocurre una cosa peor que haberte perdido; el no haberte tenido.

Hija mía, todos los días veo, leo y oigo cosas que me gustaría compartir contigo. Es increíble que a pesar del tiempo pasado, siempre que veo algo que me agrada pienso de forma casi automática: “tengo que decirle a Irune que vea esto o lea aquello”;  pero inmediatamente un golpe de cruel realidad me devuelve a lo imposible. Es un hábito que creo que nunca me abandonará.

¡Que solos nos has dejado! Tu madre y yo estamos intentando adaptarnos a esta nueva vida, pero es tan duro…

¡Tu madre!... Tu madre me ayuda a no darme por vencido, y yo a ella. Somos dos caminantes con heridas en el alma que a trompicones avanzamos inmersos en una niebla de dolor. Nos usamos el uno al otro como una muleta y cada paso es un equilibrio para no caer. Nos ayudamos y cada uno llevamos nuestra pena como mejor podemos. 

El otro día escuche una entrevista que hacían a Julio Anguita. Decía que el comunicar a su mujer la pérdida de su hijo fue lo más duro que ha hecho en su vida, también decía que el grito de una madre al conocer la muerte de un hijo es lo más sobrecogedor y angustioso que un ser humano pueda escuchar. Así es… Así fue: el grito de tu madre al conocer la noticia, fue desgarrador, fue un alarido salido de las entrañas donde te concibió, un alarido que eriza los cabellos y encoge el alma.

En cuanto a mí… Regreso a casa, abro la puerta y tú no estás y cuando observo tu habitación, ahora ordenada y silenciosa, que parece esperarte, siento una sensación de vacío indescriptible que se repite día a día como un eterno castigo.

Por la noche cuando el sueño me elude, me adentro en oscuros pensamientos que no logro ahuyentar; me asomo al abismo profundo y temo caer, el corazón se sobrecoge y quiero huir, engañar  mi mente; lo intento, pero como una noria, vuelvo al punto de partida una y otra vez.

Y es que no, no hay belleza en la muerte. No hay nada espiritual en ella. Es tan solo un fogonazo cegador que como un hacha resplandeciente acaba con todo, un terrible fogonazo que arranca de cuajo lo bueno y hermoso dejando como pago un silencio profundo que atormenta el alma.

Cuando te fuiste, no acudieron querubines alados, no se abrió el cielo emitiendo un rayo de luz, ni se desplegó ninguna escalera floreada. No, no sonaron arpas celestiales.

Tan solo quedo silencio, un silencio atronador que  se apodero de mi corazón engulléndome en un océano de ausencia infinita, un silencio que ralentiza el tiempo, un silencio vacío cuyo cruel objetivo es borrar el recuerdo.

Maldigo el silencio, maldigo el destino y maldigo la muerte.

A veces alguien me pregunta como estoy. Suelo responder “tirando… poco a poco… algo mejor…”; aunque para mis adentros creo que es imposible expresar mi estado de ánimo.

Alguna vez te he comentado que era increíble como Edward Munch representaba en sus lienzos el frio y la desesperación. Hoy creo que se queda lejos de lo que siento. Solo he encontrado una representación artística que refleja fielmente mi tristeza. Es una pieza musical que quizá no tuviste ocasión de conocer. Yo seguramente la había escuchado antes; pero no había reparado en ella hasta después de tu partida.

Se trata del preludio no 4 de Chopin. Fue oírlo y pensar “eso es lo que siento”. No hay palabras, ni nada que pueda expresar tan acertadamente mi dolor  como esta pequeña composición.

Creo que la música tiene algo que empapa el alma como ninguna otra representación artística. Este preludio es una pieza corta, bella y triste, infinitamente triste, como es triste esta espera constante que sé que nunca tendrá fin.

Irune, hija mía;  te quiero con toda mi alma, te quise estos 19 años que nos has acompañado y te seguiré queriendo hasta el fin de mis días como solo puede querer un padre al que has hecho inmensamente feliz.

Siempre te querré,  siempre te llevare en mí corazón y siempre te esperare.


viernes, 12 de enero de 2018

27-IDURRE

Señor Ministro de Fomento, Don Iñigo De La Serna:

Idurre Aldabaldetreku  18 años, falleció el 30 de diciembre de 2017 arrollada por un tren en el apeadero de Legazpi. Otra vida truncada y otra familia destrozada.

Después del arrollamiento y muerte de nuestra hija Irune, no sabíamos cuál sería el nombre de la siguiente víctima de la dejadez, pero sí que ésta se produciría. Tampoco sabemos cómo se llamará la siguiente, pero sabemos, que si no se actúa, la habrá.
   
Solamente en Euskadi, en un periodo de 4 años, se han producido 3 arrollamientos con resultado de muerte en idénticas circunstancias (solapamiento de trenes), en Anoeta, Areta y Legazpi. Es posible que se haya producido alguno más del que no tengamos conocimiento.

En la reunión que mantuvimos con usted el día 26 de septiembre de 2017, nos dijo que estudiarían la posibilidad de adoptar medidas de seguridad provisionales en tanto en cuanto no se acabase el estudio sobre la peligrosidad de los pasos entre andenes y pasos a nivel. Está claro que en Legazpi no se adoptó ninguna medida provisional, a pesar de que la alcaldesa trasladó a ADIF su inquietud por la peligrosidad de este apeadero en mayo del año pasado.

Ignoramos los procedimientos para llevar a cabo este tipo de estudios, pero si sabemos lo que es el sentido común, y no es de sentido común que trenes a gran velocidad atraviesen los pasos por donde tienen que cruzar los viajeros.

No es de sentido común que la megafonía suene entre minuto y medio y dos minutos antes de que pase el tren sin parada.

No es de sentido común que esta megafonía no suene dentro del tren de cercanías del que se van a apear las personas que tienen que cruzar.

No es de sentido común dejar la responsabilidad de la seguridad en manos de los viajeros.

No es de sentido común dejar pasar el tiempo sin tomar medidas urgentes para evitar más  muertes.

La triste experiencia demuestra que los técnicos que elaboraron la normativa de seguridad concerniente a los pasos entre andenes estaban terriblemente equivocados, puesto que están muriendo personas en estaciones y apeaderos. Esperemos que los encargados de realizar los nuevos estudios sobre la peligrosidad de los pasos entre andenes y pasos a nivel sean  personas más cualificadas para realizar este trabajo, desde luego, de momento, los resultados son muy negativos.

Nos parece inadmisible la no actuación, y si estuviese en nuestra mano, daríamos de inmediato la orden de colocación de  semáforos en este tipo de pasos. Es una medida barata y fácil de llevar acabo. Sabemos que no sería la mejor solución, pero al menos, hasta que no se realice la obra definitiva que estimen los técnicos, se podrían salvar vidas. Si hubiera habido un semáforo en el apeadero de Legazpi, Idurre habría celebrado el año nuevo con su familia.

Por otro lado, queremos comentarle que hemos recibido la contestación a las peticiones que formulamos en la recogida de firmas entregada en el registro del Ministerio de Fomento.

En esta carta se nos dice  que “en el Ministerio se trabaja día a día para mejorar la seguridad en los transportes y sus infraestructuras, en todos sus aspectos, siendo éste uno de los puntos de atención prioritaria entre todos nuestros objetivos”. Lamentamos tener que decirle que no lo creemos, a no ser qué, cuando  hablan de la seguridad, se refieran únicamente a la del tren.

Respecto al S.O.V. nos informan que se ha mejorado la póliza precedente, dado que se amplía el ámbito de cobertura a los pasos habilitados de personas entre andenes. En esta carta no se especifican los arrollamientos. Nuestra duda es la siguiente: ¿el arrollamiento de Idurre Aldabaldetreku queda cubierto por el SOV? Solicitamos que nos envíen esta nueva póliza para su estudio.

Aprovechamos esta carta para informarle de que ADIF, como nos tiene acostumbrados, sigue haciendo caso omiso a todas las peticiones de información. Nosotros, lo único que podemos hacer es seguir insistiendo por todos los medios que tenemos a nuestro alcance para que remitan al juzgado de Amurrio el resultado de la evaluación de riesgos de la estación de Areta que estaba vigente el 05/09/2016 y las auditorías realizadas. No entendemos por qué actúan así, y nos sentimos completamente indefensos ante la falta de colaboración y la prepotencia de ADIF.

Por último, queremos decirle que tras la reunión mantenida con usted, éramos ligeramente optimistas, pero después de leer la contestación del Ministerio de Fomento donde nos informan que la atención a los familiares de las víctimas será dada únicamente a los accidentes GRAVES (en cuya definición según directiva europea que citan en la carta no están incluidos   los arrollamientos, a pesar de ser la primera causa de mortalidad relacionada con el sistema ferroviario), y después de comprobar que no se ha tomado ninguna medida provisional ni en Areta, ni en Legazpi sabiendo que son pasos peligrosos, ni que sepamos en ningún otro sitio, esta impresión  optimista se ha trasformado en pesimismo y enfado.

Atentamente

Itziar Olmo y Gonzalo Faustmann